Un deporte de contacto como el fútbol americano está expuesto a lesiones de intensidad considerable, a pesar de tener diferentes esquemas preventivos trabajados durante la preparación y temporada.

Los mecanismos de lesión derivados de los impactos repetidos durante competencia pueden ocurrir en cualquier momento y contra cualquier pronóstico o planeación, son un riesgo conocido, medianamente controlados a partir de reglamentación y de relevancia medible a corto y largo plazo por la permanencia o ausencia competitiva en semanas de los jugadores.

Dentro de la atención médica en diferentes niveles existe la posibilidad de clasificar la severidad de una condición en salud para considerar riesgos, necesidad de atención, tiempos de recuperación, pronóstico y progresión. En la medicina deportiva la codificación de esta información ante una lesión es de crucial importancia para poder ser compartida de manera simple y entendible al jugador afectado y a las autoridades de los equipos.

A partir del tipo de lesión clasificada según su gravedad y codificada en ocasiones con colores a manera de semáforo complementado con los tiempos de recuperación esperados; el equipo de coacheo puede realizar los ajustes estratégicos y de asignaciones necesarias considerando la disponibilidad de talento en el equipo sin poner en riesgo la recuperación del principal afectado.

Una correcta operación organizacional incluirá personal calificado en cada una de sus áreas, dicha situación es necesaria para fomentar la toma de decisiones que puedan equilibrar los intereses competitivos del deportista, con los intereses comerciales o estratégicos del equipo sin poner en riesgo a ninguno de sus integrantes.

Un campeonato no se ganará en un solo encuentro, el decidir descansar a un jugador que puede ser pieza clave también se realiza considerando la posible recuperación, buscando la incorporación competitiva en semanas en caso de obtener resultados favorables con los ajustes técnico tácticos realizados.

Los partidos de eliminación o postemporada son un gran ejemplo de este ejercicio que seguirá siendo un reto para la gestión deportiva de cualquier institución. Tal y como presenciamos en la última semana durante la ronda de comodines en la actual temporada de la NFL.

Jugadores que son pieza clave para varios de los equipos no estuvieron presentes en campo y algunos tuvieron participación limitada. A pesar de no tener la mejor respuesta por parte de sus respectivas aficiones es importante reconocer que el equilibrar factores y posibilidades que apunten al cuidado de los jugadores a largo plazo es un indicador positivo de profesionalismo.

Existen lesiones de severidad mucho mayor que pueden presentarse al contar con lesiones previas de severidad menor que no impidan la competición; pero sí representen un riesgo no controlado y considerable al decidir activar al jugador. Dentro de esas lesiones previas algunos ejemplos simples pueden ser distensiones, contracturas musculares o esguinces simples; que por su naturaleza propician alteraciones del movimiento y disminuyen la estabilidad articular.

En una disciplina con tantos cambios de dirección e impactos repetidos, esas condiciones previas pueden incrementar la posibilidad de generar un momento infortunado que propicie una ruptura de ligamento cruzado, fracturas y/o luxaciones. Alguna de estas opciones puede finalizar con tratamientos quirúrgicos y tiempos de reintegración deportiva que van desde los 8 meses hasta llegar al año. Incluso siendo un partido de campeonato pensar en la salud, integridad y permanencia sin duda será buena estrategia para cualquier organización.

Luis Gerardo Vázquez Villarreal

Director Médico y Ciencias Aplicadas al Deporte LFA

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