La vida deportiva puede iniciar a temprana edad en diversos deportes y el fútbol americano no es la excepción. Los jugadores pueden iniciar desde los tres o cuatro años de edad en categorías pre-infantiles o babys, pero tristemente la educación nutricional puede que nunca llegue a su vida.
La educación nutricional es un tema de suma importancia en el ámbito deportivo, sin importar la edad, tamaño, género o disciplina. En el fútbol americano, idealmente, debería ser obligatoria la asistencia de un nutriólogo, por lo menos desde las categorías infantiles, pues como se sabe son categorías que tienen un peso límite y, lamentablemente, se recurre al uso de estrategias de pérdida de peso poco saludables para un niño o, por el contrario, se puede tener la creencia de que por hacer deporte pueden comer de todo y en grandes cantidades.
Este tipo de alimentación se vuelve un mal hábito y conforme esos niños empiezan a crecer las malas costumbres se adhieren a su vida diaria. Sin darse cuenta, se vuelven adultos con hábitos alimentarios poco saludables. Todo pareciera estar en orden siempre y cuando hagan ejercicio, pero ¿qué pasa cuando el momento de decir adiós a los emparrillados llega?
Un jugador de fútbol americano en temporada regular puede llegar a consumir hasta siete mil calorías al día. ¡Realmente es mucha comida! Pero esa es la energía que necesitan y gastan en la práctica de su deporte; sin embargo, una vez que culmina su carrera deportiva muchos siguen consumiendo la mismas cantidades, ocasionando un aumento de peso corporal considerable y de manera acelerada, pues no contemplaron que la actividad física disminuyó y en consecuencia no necesitan la misma cantidad de energía que obtienen a partir de la comida a la que estaban acostumbrados. Por ello es recomendable que antes de la culminación de la que pueda ser la última temporada, se comience a trabajar en hábitos, tales como:
- Disminución de cantidad de comida.
- Reducción de la frecuencia del consumo de alimentos o bebidas con grandes cantidades de calorías como: pizza, hamburguesas, bebidas gasificadas, galletas, frituras, entre otros.
- Aumento del consumo de verduras y frutas.
- Aumentar el consumo de agua simple o, en su defecto, agua de frutas o infusiones.
- Mantener una vida activa, por supuesto que no con la misma intensidad que antes, pero evitar caer en el extremo de no realizar ejercicio alguno.
Este tipo de recomendaciones favorecerán la transición de un deportista de alto rendimiento a una persona con una vida convencional.
Una vez que se recorrió el pasillo para ir del campo hacia los vestidores por mucho tiempo y por una última ocasión como jugador, estos hábitos deberán se volverse parte de la vida diaria; no obstante, será de suma importancia que la actividad física no se detenga por completo con la finalidad de mejorar la calidad de vida de aquellos jugadores que se prepararon para la vida después del retiro deportivo.
Raquel J. Benítez Salas
Coordinación nutrición LFA
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