La capacidad de las personas para hacer movimientos precisos mientras realizan tareas cognitivas, como la toma de decisiones, requiere de aptitudes medibles que también pueden ser desarrolladas con el entrenamiento. Esta coordinación entre decisiones y ejecuciones permite que tengamos relación e integración con diferentes agentes externos que por medio de la repetición controlada genera adaptaciones según la situación que estimulemos.

La toma de decisiones rápida y acertada que se vea reflejada en una acción que pueda determinar el rumbo de una competencia, cada vez toma más relevancia para los indicadores de rendimiento deportivo de muchas disciplinas.

Los quaterbacks, en ocasiones llamados “los cerebros del equipo”, reciben una importante saturación sensorial durante competencia. Mientras todos toman su posición, inician los estímulos con gritos a nivel de campo -producto de ajuste de sus propios coaches o del equipo rival-, la tribuna local hará lo propio guardando silencio a favor de su concentración y la rival intentará de todo para distraer al lanzador.

Posterior al snap, debe desplazarse dentro de su bolsa de protección y evadir a los defensivos que lograron cruzar la línea, sin perder el foco de atención en el cálculo de trayectorias y coberturas realizadas a sus receptores para realizar un lanzamiento certero que haga intersección con el talento de la opción elegida, sin ser derribado en el intento.

Esta situación puede tornarse mucho más compleja cuando la jugada que transcurre tiene opción de carrera, ya que la atención que preceda a la toma de decisiones no estará focalizada únicamente en los receptores sino en los posibles espacios que se abran en la trayectoria de su conocido corredor.

La información sensorial y los procesos cognitivos generan el movimiento, lo acompañan y también lo modifican o finalizan; por lo tanto, los límites entre estas interacciones son difíciles de establecer.

El decidir realizar una ejecución de este tipo requiere de una gran cantidad de respuestas fisiológicas ligadas a nuestro sistema nervioso y aparato locomotor. Cuando se dirige la mirada a un objetivo, primero se requiere de un estímulo luminoso de entrada a través de nuestra retina; posteriormente, viajará a través de vías nerviosas que llevarán la información hasta el cerebro donde será integrada la información recibida.

Una vez integrada, puede realizarse una rápida elaboración de planes acorde a las necesidades que exige el entorno sin descuidar el principal objetivo. Ya que exista este plan, la información se trasmite a diferentes áreas del cerebro encargadas de asociar con información ya almacenada de movimientos aprendidos. Al final de estos eventos se genera una respuesta motora que viaja a través de nervios que llegan hasta los músculos implicados en el movimiento a realizar.

Este fenómeno de percepción, integración, toma de decisiones y ejecución motriz toma alrededor de 0.2 segundos en ocurrir. Para darnos una idea de la rapidez que esto representa, es importante mencionar que realizar un parpadeo nos toma alrededor 0.15 segundos.

Si practicas este deporte y te sientes familiarizado con la descripción, es importante mencionarte que para que todo esto se lleve a cabo -además de cumplir con las indicaciones durante entrenamientos- también es necesario estimular y conservar la integridad de las funciones mentales superiores con ejercicios de atención, concentración, razonamiento, memoria y aprendizaje. Estas implementaciones pueden ser guiadas por un profesional de la salud y deporte a tus entrenamientos y es conocido como “entrenamiento neurocognitivo”. Estas intervenciones fomentarán a una toma de decisiones mucho más eficiente y automatizarán ejecuciones de movimientos técnicos aprendidos o desarrollados.

Por: Dr. Luis Gerardo Vázquez Villarreal

Director Médico y Ciencias Aplicadas al Deporte LFA

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