Este deporte, por su naturaleza, hace entregas espectaculares de cualidades físico atléticas todo el tiempo. En un juego se cuenta con 22 individuos realizando expresiones continuas de potencia, fuerza, resistencia, agilitad, etcétera, durante 4 episodios que, aún con muchos factores a favor, cada uno de ellos difícilmente durará más de 7 segundos.

Durante esos 7 segundos ¿Qué hay de aquellos movimientos tan precisos que son capaces de quitar aliento a espectadores? Es muy probable que, como aficionado del fútbol americano, te hayas asombrado con alguna ejecución perfecta, una recepción cuya altura y control del balón te sigue pareciendo insólita aun después de ver la jugada en repeticiones con cámara lenta.

Esas recepciones que se realizan justo en el sideline para completar un primero y diez, qué decir de una intercepción cuya aparición y acción defensiva se realiza de forma tan repentina que te brinda la impresión de que el jugador en cuestión utilizó cada célula de sus músculos para interponerse en la trayectoria del ovoide.

Esos momentos son solo algunos ejemplos de lo increíble y compleja que es la propiocepción; entendiendo mejor qué es y cómo funciona notaremos la gran relevancia que tiene esta cualidad en el deporte.

La propiocepción es la capacidad de ubicar nuestro cuerpo en el espacio, a partir de señalizaciones y respuestas neurológicas, podemos saber en dónde está situada cada parte de nuestro cuerpo cuando nos encontramos en movimiento o en reposo.

El funcionamiento adecuado de esta capacidad nos permite realizar movimientos sumamente precisos en periodos reducidos, la propiocepción está completamente relacionada al control del movimiento.

Su correcto funcionamiento depende de diferentes receptores ubicados en la piel, ligamentos, músculos y tendones que funcionan como sensores ante fuerzas o estímulos que deforman estos tejidos. Esta información sensitiva viaja a través de trayectos nerviosos que llegan al cerebro para procesarse y dar como respuesta un movimiento acorde a las necesidades de la situación.

La propiocepción también está presente en aquellos tackleos sorpresivos que detienen la jugada en el momento justo; que además nos regalan unos cuantos giros durante su trayectoria al suelo para protegerse de la caída y de diferentes transmisiones de fuerzas. Cabe señalar que esta cualidad puede entrenarse, es recuperable cuando se afecta y también es un gran recurso para prevenir lesiones.

Un jugador profesional debe incluir durante sus entrenamientos sesiones de recuperación y mantenimiento dirigidas a preservar o eficientar este sentido de ubicación espacial. Por medio de estímulos neurocognitivos visuales, auditivos, conservación del equilibrio con el uso de superficies inestables, técnicas manuales o instrumentadas se fomenta la integración sensitiva que permitirá al jugador realizar mejores ejecuciones de movimiento durante sus entrenamientos y días de juego.

Al recibir de manera periódica estas intervenciones brindamos a las estructuras participantes lo necesario para que los pateadores sigan siendo precisos, para que los corredores sigan ajustando trayectorias considerando distancias y dimensiones de sus rivales o que los linieros ofensivos en ocasiones retengan a más de un jugador sin tener contacto visual con ellos.

Sin duda, el mantener o restablecer la propiocepción debe ser uno de los objetivos principales a considerar dentro de los planes profilácticos en este maravilloso deporte.

Dr. Luis Gerardo Vázquez Villarreal

Director Médico y Ciencias Aplicadas al Deporte LFA

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