Este es el nombre que lleva la campaña internacional realizada por la Organización Mundial de la Salud lanzada cada 5 de Mayo desde el 2009. Representa un esfuerzo de concientización internacional apoyándose en personal de salud y población en general para fomentar uno de los hábitos higiénicos de mayor relevancia para limitar cadenas de transmisión en enfermedades infecciosas.

El lavado de manos correcto y frecuente no solo ha sido crucial como una de las medidas principales para disminuir la posibilidad de contagio en la actual pandemia por COVID-19; tiene relevancia histórica y comprobada en un sinfín de condiciones en salud.

Las primeras evidencias científicas que generaron la necesidad de enfatizar su cuidado respecto a técnica de lavado y frecuencia ocurrieron desde 1846 por hallazgos del médico húngaro Ignaz Semmelweis, quien implementó en el Hospital General de Viena un sistema de lavado de manos dirigido a la atención del trabajo de parto. Dicha intervención generó un descenso en la cantidad de infecciones, complicaciones y muertes maternas ocurridas durante los primeros 15-20 días después del parto (sepsis o fiebre puerperal).

Estas intervenciones hoy replicadas a gran escala y en diversas situaciones se consideran como el origen de los procedimientos antisépticos, de limpieza o desinfección dentro de las ciencias de la salud y también permitieron a largo plazo el desarrollo en infraestructura a nivel mundial para la instalación de sistemas de distribución de agua y alcantarillado.

Después de un año en confinamiento y avance gradual en el plan de vacunación ante COVID-19 el correcto lavado de manos y su frecuencia puede parecer una indicación repetitiva o sin relevancia; sin embargo, la historia y la ciencia nos seguirá dando evidencia sobre su impacto positivo en la salud mundial al igual que la formación y mantenimiento de hábitos que incluyan buena alimentación, incremento de actividad física y realizar ejercicio con regularidad.

En la actualidad se ha normalizado la presencia de alcohol en gel en lugares públicos, también existe señalización que genera recordatorios sobre el lavado de manos, o incluso gran parte de la población cuenta con algún consumible dentro de sus pertenencias habituales para realizarlo las veces necesarias durante el día en cualquier sitio. Estas adaptaciones a nuestro cotidiano deben conservarse aún concluida la pandemia y en realidad son un hábito que pudo haber formado parte de nuestras vidas sin necesidad de que una enfermedad infecciosa que sigue cobrando vidas a nivel mundial nos lo exigiera.

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Luis Gerardo Vázquez Villarreal

Director Médico y Ciencias Aplicadas al Deporte LFA

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