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Las diferencias de fútbol americano practicado en nuestro país se distinguen desde las categorías tempranas. Así pues, cada etapa contiene cúmulos de conocimientos que varían dependiendo de las edades de los jugadores.

No es igual el entrenamiento infantil al de liga mayor. El deporte es el mismo en cuestiones medulares, mas no en la formación de los individuos.

Al observar y escuchar la forma en la cual le hablan los coaches norteamericanos a sus jugadores, las exigencias, fundamentos éticos y morales, etcétera (no hablemos del fútbol americano per se) puede hasta entusiasmar a cualquiera que lo escuche. Ese tipo de encanto también es manifestado en etapas posteriores.

Hay una pasión abrumadora que contiene muchos “componentes”. El “combo” completo que se percibe en coaches (grandes formadores) trasciende en la vida quienes están a su cargo.

Pocos (en comparación con el grueso de los jugadores) son los que llegan a tener alguna conducta vergonzosa, sin importar hasta qué categoría hayan jugado ni las circunstancias de su separación del fútbol americano.

El “romanticismo” (que, en realidad es parte de una filosofía particular) de este deporte en nuestro país no solo debe quedarse en ese criterio.

Quien vive del fútbol americano no solamente está al pendiente de las “X” y “O”. Su compromiso va más allá de la estrategia y sistemas, sin importar las edades de los que conforman su equipo y staff.

Carroll developed his unique coaching style by trial and error over his career. He learned that you get better results by teaching instead of screaming, and by helping players grow as people, not just on the field. He learned that an upbeat, energetic atmosphere in the locker room can coexist with an unstoppable competitive drive. He learned why should stop worrying about your opponents, why you should always act as if the whole world was watching, and many other contrarian insights. (Win forever, Pete Carroll, 2010, prefacio)

“Carroll desarrolló su estilo de entrenamiento único por ensayo y error a lo largo de su carrera. Aprendió que se obtienen mejores resultados enseñando en lugar de gritar y ayudando a los jugadores a crecer como personas, no solo en el campo. Aprendió que una atmósfera alegre y enérgica en el vestuario puede coexistir con un impulso competitivo imparable. Aprendió por qué debería dejar de preocuparse por sus oponentes, por qué siempre debería actuar como si todo el mundo estuviera mirando y muchas otras ideas contrarias.”

La realidad es que ser coach es un deber ser y en él hay un compromiso por cuidar de quienes les rodean, fomentando lo mejor de cada uno y procurando cambiar lo que no les llevará a conseguir ganar… más allá de campeonatos.

Por: Cinthya García Guerrero

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