En la publicación del lunes pasado se hizo hincapié principalmente en un aspecto especial: la enseñanza de no renunciar en quienes practican el fútbol americano. Algunos otros valores se asomaron, sin gran profundidad en ellos.
Hace unos días, una persona considerada como pública comentó sobre el romanticismo que encierra el fútbol americano ante los ojos de generaciones contemporáneas. Puede ser romántico pensar en los beneficios que este deporte produce en quienes lo practican y más para los padres de los jugadores.
Sin embargo, también hay padres que malinterpretan las enseñanzas que, gradualmente, van acumulándose.
¿De qué se trata?
Hay una transmisión errada de valores. Si bien el diseño de las categorías tiene una lógica que depende de la edad y (en ocasiones) el peso de los niños para jugar con otros de similares características e, incluso, maduración, el empecinamiento por alargar la etapa infantil lleva a los padres a que repitan categorías sin pensar en las repercusiones a mediano y largo plazo. No se diga de la categoría juvenil, intermedia y liga mayor. En todas, buscan que se mantengan el mayor tiempo posible.
El diseño de categorías equivale a la relación entre edad y grado escolar. Hay categorías para niños más pequeños, aún. No obstante, es a partir de la etapa infantil donde resulta interesante llevar el conteo. Son 6 categorías que responden a una parte de la educación primaria; en juvenil hay variaciones, pero en esencia comprenden a la educación secundaria, principalmente, pues alcanzaría a la intermedia y a la etapa de bachillerato, en consecuencia. La última, liga mayor, transcurre en un estimado de 5 años (idealmente) que equivalen al periodo en el que se estudia una licenciatura o ingeniería. Todo tiene una lógica.
Si el consejo que reciben de sus padres es que se mantengan en alguna categoría, podría afectar el hipotético éxito del jugador.
Ya se ha expuesto en diversos foros y por personalidades del fútbol americano que, si hay jugadores con deseos de buscar un lugar en equipos profesionales, deberán hacerlo de forma temprana. Es decir, entre más jóvenes culminen las categorías colegiales, a la par de su preparación académica, mayores son las posibilidades de conseguir una oportunidad de darle continuidad a su carrera deportiva, pero a nivel profesional.
Toda esta explicación se deriva de lo que algunos padres exigen a sus hijos, malentendiendo varios principios que rigen este deporte donde uno de los objetivos específicos es competir en igualdad de circunstancias para conseguir el fin último, ganar. Ganar, pero de forma justa, con equidad y, sobre todo, con honestidad.
Cada quien tiene una forma particular de crianza de los hijos, pero el fútbol americano contiene, en espíritu, un cúmulo ético y moral que nunca pasará de moda o estará en desuso.
Por: Cinthya García Guerrero
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