Ser jugador de fútbol americano es ser siempre niño.


Aquellos que comenzaron su trayectoria en el fútbol americano desde temprana edad pueden constatar que el practicar este deporte es un constante extender la etapa infantil. Así, conforme se van integrando de edades más “grandes”, retoman esa esencia de ser niño.


El solo compartir desde los entrenamientos hasta los partidos, la esencia de ser niño se contagia y puede percibirse por todos lados. Desde las bromas simples hasta las respuestas a los coaches, pueden dar testimonio de que en los equipos se convive con niños eternos.


Ese “contagio” llega, sin duda, a quienes mantienen contacto con ellos pues sensación de ligereza contiene “partículas imperceptibles” a la vista que producen sensaciones placenteras. Esas que los niños van repartiendo a su paso y que llenan de gusto a quienes las llegan a percibir.


Con la actitud infantil, también está la seriedad del respeto por la autoridad. Esa autoridad (coaches) es la encargada de construir, moldear, disciplinar y armar lo que se planea para un equipo. Sin embargo, esa autoridad no está exenta de sufrir los embates de las partículas imperceptibles y puede integrarse a esa eterna infancia que le permite identificarse plenamente con sus jugadores.


En el día del niño no podemos dejar de hacer énfasis en que este deporte es uno de los favorecidos por tener esa magia que hace que la sinceridad, sencillez, creatividad e ingenio de los infantes, son unas cuantas de las virtudes que se practican también, pero en todas las edades.


Aprovechemos esa eterna etapa que hace que la vida sea un eterno juego.

Por: Cinthya García Guerrero

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