Ciudad de México. 29 enero 2018 Cuando estás destinado a estar en algún lugar o pertenecer y formar parte de algo, va a suceder sin importar el tiempo que pase, los factores que intervengan o si crees que jamás va a realizarse.

Así, el destino ha metido su mano en la historia de Arturo Ramírez, receptor de Mayas quien, después de alejarse del deporte y hacer pruebas para ingresar a la LFA la temporada pasada, hoy forma parte del equipo del que se hizo aficionado cuando la LFA vio la luz.

“Soy fan del equipo desde que nació. Me da gusto volver a ver caras con quienes compartí cancha en la liga mayor. Estoy feliz y todo el equipo me ha hecho sentir como en casa”, dijo el receptor en entrevista para Tercer Cuarto.

Cuando era más joven, Arturo no tenía mucho conocimiento ni interés por el futbol americano; por otro lado, era un gran apasionado y practicante del basquetbol, deporte por el que llegó al equipo de los Frailes de la Universidad del Tepeyac.  Así lo recuerda el jugador ofensivo.

“Fue una oportunidad escolar. Llegué becado para jugar basquetbol, pero desde el primer año me invitaron a jugar (futbol americano). Nunca había agarrado un balón de futbol americano, aunque tengo familia que juega. Yo recuerdo muy bien haber jugado modalidad bandera cuando era niño y toda la vida hice ejercicio, pero el basquetbol fue mi pasión”.

Y fue así que, debido a su imponente físico y también a algunas cualidades y habilidades que da el basquetbol, Arturo se incorporó al equipo de Liga Mayor de Frailes sin ninguna experiencia dentro del futbol americano, pero con las ventajas de querer aprender y ser un atleta nato.   

“La banda fue muy buena onda cuando me recibió, me fue bien, tuve cuatro años de Liga Mayor y es lo mejor que me ha pasado en la vida. Siento que éramos un equipo bueno. Nos hicieron falta un poquito de recursos para salir adelante y ser campeones, pero hay muchísimo talento. La hermandad que hay en los Frailes es impresionante”, recuerda el novato del Imperio Azul.

Tras su paso por la Liga Mayor Estudiantil, Arturo Ramírez tuvo que concentrarse y volver a la vida y a las filas del trabajo, ya que las opciones de seguir jugando en aquél entonces eran muy escasas; no obstante, cuando la LFA surgió en 2016, Arturo encontró otra posibilidad de seguir con su nueva pasión deportiva, conjuntándola con el basquetbol con su empleo como entrenador personal. Para el inicio del segundo año, Arturo realizó las pruebas físicas y obtuvo un lugar en la liga, pero lo que no sabía era que no iba a tener acción durante esa temporada.

“El año pasado hice las pruebas y me quedé, pero tuve una lesión en la rodilla y ya no pude jugar, pero estuve aferrado y ahora aquí estoy. Tenía rato que no agarraba un balón de fútbol americano, desde que salí de Liga Mayor en 2013. La verdad empecé un poco ‘desencanchado’, pero la pasión es la que me provoca hacer las cosas que más quiero”.

Al día de hoy, Arturo Ramírez es un prospecto a tener muy en cuenta dentro del esquema de receptores en Mayas. Su fuerza física, su intensidad y el gusto que tiene por el contacto lo convierten en un arma peligrosa dentro del arsenal aéreo del actual bicampeón, y está plenamente consciente de que la preparación física y la mental son fundamentales dentro y fuera del terreno de juego.

“Es cuestión de actitud y de mentalidad, de sentirte profesional como dice esta palabra. Desde que te levantas y con las cosas que haces y las que proyectas a la gente; debes ser un ejemplo para los que vienen atrás de ti. Tener buena alimentación, entrenar y entrenar bien; no ser un fantoche en el campo. Creo que eso es lo más importante en toda la vida, desde infantil y juvenil, hasta ahora que dentro de la liga profesional”.

Respecto a la competencia que se avecina con los demás equipos, en la opinión de Arturo, hay que poner mucha atención en el nivel de la zona centro y sacar siempre lo mejor de las competencias internas y con otros equipos.

“No me preocupan tanto los del norte. Hay mucha gente muy preparada aquí. (Respecto a la competencia y exigencia interna) quienes siempre me ayudaron a crecer fueron personas como Édgar White o Jonathan García, gente que jugó conmigo y a los que veo muy fuertes. Otro de ellos, por ejemplo, es Dan Ávila (corredor de Raptors), que en mi tiempo era corner y safety. Con ellos se hacían buenos tiros y ahí aprendí.

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